Mi madre iba a realizar tratamientos aquí y allá, llevando siempre consigo el voluminoso libro de “La técnica del Shiatsu” de Tenkeï Tamaï. A menudo, solía pasarse la estación de tren, absorta en la lectura. Sin embargo, de vez en cuando no comprendía lo que sucedía en el tratamiento. Algunos pacientes le decían: “Si usted simplemente toca a los enfermos con la mano, ellos sanarán, por eso no necesita estudiar tanto.” Pero siempre seguía aprendiendo, participando de diversos seminarios, pensando que si ella no entendía, no podría confiar en el tratamiento que practicaba.
Fue durante uno de sus seminarios, del que había visto la publicidad, que conoció al Sr. Oguro y le preguntó quién había sido su Maestro. Ante una pregunta tan indiscreta, el Maestro quedó perplejo. Entonces ella pensó que quizás debía haber empezado por presentarse a sí misma: “En lo que a mi respecta, aprendí el Shiatsu con el Maestro Tenkeï Tamaï”. Entonces el Sr. Oguro le respondió: “Estudió con un buen Maestro; todos los que hoy practican el Shiatsu lo hacen directa o indirectamente gracias a él”. Siendo estas las palabras del autor de la reciente obra “Historia de las terapias manuales”, basada en un gran número de documentos, creo que esto corresponde a una realidad. En la actualidad, el Shiatsu se difundió en todo el mundo y no hay dudas de que fue en parte más o menos directamente gracias al Sr. Namikoshi (referencia en orígenes del shiatsu segunda entrega)). Esto fue posible gracias a la competencia real y a la personalidad del Sr. Namikoshi pero un factor que también contribuyó fue la fuerza de impacto de la información de masa que se desarrolló luego de la guerra.
El Sr. Namikoshi cuenta en su obra “El Shiatsu en tres minutos” que, cuando tenía su consultorio de Shiatsu en la isla de Hokkaïdo durante el quinto año de Shôwa (1930), el Sr. Ishimaru (1), a quien había curado, había suscrito en su favor una póliza de seguro por diez mil yenes contra accidentes en las manos, dando que hablar en los diarios, lo que le dio la oportunidad de acercarse a Tokio. En otra ocasión, se volvió a mostrar como estrella al tratar a Marylin Monroe luego de la guerra, lo que también contribuyó a aumentar el interés del público hacia el Shiatsu. Pero todo esto no lo autoriza a presentarse como el creador del Shiatsu. A principios de Shôwa – explicó públicamente el Sr. Namikoshi – ejercía en calidad de terapeuta de “Appaku-Hô” (“técnica de presión”) y un día, al haber oído el nombre de “Shiatsu” por casualidad, le pareció bien presentarse bajo el título de “Terapeuta de Shiatsu”.
El Sr. Oguro afirma que el término “Shiatsu” vio el día solamente a partir del noveno año de Taishô (1920). Como, hasta ese año, se podía ejercer “todas las terapias manuales excepto el Anma” sin autorización oficial y bajo el título genérico de “masaje”, no se requería ninguna denominación específica. Pero aquel año, como ya había pasado con el Anma, a su vez, el ejercicio del masaje también fue objeto de una reglamentación. Efectivamente en aquella época, se importaba de los Estados Unidos cierto número de métodos terapéuticos modernos (osteopatía, quiropraxia, espondiloterapia, etc.…), distintas del masaje, y diversas formas de terapias de manipulación aparecían progresivamente por afuera de toda autorización legal, adoptando las teorías y las técnicas de estos métodos. Algunos retomaban, sin cambiarlas, las denominaciones extranjeras, otros empezaban a ejercerlas bajo nuevas denominaciones japonesas. Finalmente, terminaron por totalizarse más de trescientas diferentes formas de terapias. Una ley promulgada en el quinto año de Shôwa (1930) reglamentó la profesión y clasificó los métodos en cinco categorías – por radiación, calor, electricidad, acción mecánica y Shiatsu. Las terapias manuales propiamente dichas (además del Anma y del masaje) habían sido reunidas conjuntamente bajo la denominación general de “Shiatsu” porque, al ser el Anma y el masaje en sí métodos manuales, se adoptó el término popular “Shiatsu” para todos los demás para no confundirlos con estos. De este modo, se encontraban reagrupados bajo el nombre de “Shiatsu” un mínimo de diez diferentes tipos de terapéuticas de manipulación conocidas. El Sr. Oguro también escribía: “Dado que todos los terapeutas manuales modernos se formaron con técnicas terapéuticas que veremos a continuación o con terapias importadas de otros países, enfocadas en la columna vertebral, resultaría extraño que alguien hoy pueda presentarse como el creador de una terapia.(…). Aun los terapeutas actuales que se presentaron como creadores de tal o cual terapia sólo apadrinaron esas terapias.” Creo que la siguiente hipótesis de Oguro es muy válida: “Se podría pensar que fue en los primeros años de Taishô (1912-1920) que el Sr. Tamaï perfeccionó la técnica terapéutica del Shiatsu y comenzó a realizar tratamientos y a impartir clases. Como en la portada de su obra se puede leer la mención “Autor: Tenkeï Tamaï, inventor de la terapia del Shiatsu”, es posible que el Sr. Tamaï haya sido el primero en utilizar esta terminología de “Terapia de Shiatsu”.
Aproximadamente en el decimosexto año de Shôwa (1941), tuve la oportunidad de acompañar a mi madre a un seminario sobre el método terapéutico del “Seïki” (2), una de las formas del tratamiento manual. Como el creador de este método había sido el Sr. Nishi (3), un general de división, mi profesor era uno de sus discípulos, un general de brigada retirado, el Sr. Sugiyma. Cuando este señor de más de setenta años, al ver una mujer que estaba entrando a la sala, le dijo en voz alta: “Usted tiene un problema de carácter ginecológico porque su dedo del pie está encorvado, ¿no es cierto?”, me sorprendió que esto fuera efectivamente exacto. Desde entonces, aprendí este método de “diagnóstico a distancia”, por el cual es posible hacer un diagnóstico simplemente con extender la mano, con la palma abierta, hacia el paciente, a una distancia de más de un metro, diciendo, por ejemplo: “Usted tiene un problema en la pierna izquierda, porque algo no debe andar bien en su oído derecho”. El tratamiento consistía en curar al mismo tiempo que se buscaba determinar el origen del mal, apretando con las dos manos sobre dos puntos distintos de un mismo meridiano y en hacerle hacer movimientos al paciente; esto no me parecía extraordinario pero quedé realmente sorprendido, en cambio, por su manera de realizar el diagnóstico. Creo que ese fue el punto de partida de lo que hoy se convirtió en mi forma de proceder al diagnóstico de Shiatsu por los meridianos. Aquella vez había tenido una suerte de convicción: “si él puede hacerlo, yo también debo poder hacerlo algún día”. Observar un hecho con sus propios ojos es una forma de enseñanza por la experiencia concreta difícil de realizar en la enseñanza de tipo escolar. Me di cuenta de que ese es el valor de la enseñanza tradicional mediante seminarios, tal como se la practica en Oriente, y por todo esto es que, aún hasta el día de hoy, le estoy sumamente agradecido al Sr. Sugiyama.
Como el método de Seïki había sido elaborada por militares retirados, los tratamientos y los cursos se hacían de modo benévolo. Se utilizaba una sala en el primer piso de un restaurante de Kyoto, puesto gratuitamente a disposición por el dueño del establecimiento, y el general de brigada Sugiyama, no aceptaba ninguna retribución porque, según explicaba, tenía una pensión para subsistir. Resultó ser que, por un feliz concurso de circunstancias, mi madre había sido requerida para realizarle un tratamiento a la hija de una familia del barrio, y que, al encontrarse también el general Sugiyama en el lugar, ella pudo conocerlo y empezó a participar de sus cursos.
Entonces nos llevó con ella a mi hermano y a mí y le preguntó si podría impartirnos su enseñanza también a nosotros. A lo que él le contestó con una voz escandalizada: “¡No todo el mundo puede realizar semejante terapia! Y como además se debe tocar el cuerpo de las mujeres, no es apropiado para estos muchachos”. Y mi madre le contestó de sopetón: “Hace tres años que hago rezar a mi hijos, no los eduqué para que cultiven pensamientos malsanos”. Al parecer, esta respuesta fue del agrado del Sr. Sugiyama porque recibimos inmediatamente la autorización de presenciar sus cursos, a los que asistimos durante un año. Sin dudas creo que los terapeutas, en su vida, necesitan rezar y deben seguir los preceptos de no alimentar pensamientos indecentes respecto del sexo opuesto. Este curso dejó de dictarse debido a que la guerra se agravaba. Recuerdo haber oído, en esa misma época, que el Sr. Tamaï había fallecido.
Una vez terminada la guerra, llegué a Tokio luego de haber concluido mis estudios universitarios en Kyoto. Un día, aproximadamente en el vigésimo quinto año de Shôwa (1950), caminado por una avenida cerca del palacio imperial, vi un letrero con la inscripción “Academia de Shiatsu de Tokio”, y entonces me puse a buscar, en ese barrio que no había sido destruido, un edificio susceptible de corresponder a ese establecimiento, pero sin resultado. La dirección correspondía a la mencionada en el libro “la técnica del Shiatsu” de Tamaï. Pero era posible que lo único que haya quedado de aquel establecimiento fuera su letrero. Me contaron que si, a pesar de haber formado a tantos discípulos, Tamaï no dejaba de visitar diferentes regiones, excepto la de Tokio, para dar seminarios, era porque estaba ávido de dinero y por este motivo sus discípulos lo habían echado de la región de Tokio. Mi madre nos había contado la rara impresión que le provocaba ver al Maestro cuando, al finalizar sus cursos, expedía sus certificados extendiendo la mano y reclamando: “¡El dinero! ¡El dinero!”. De este modo, su impresión se vio confirmada por los rumores. Yo también recuerdo que, contradiciendo su aire de dignidad, el contorno de sus labios daba una impresión mercantil.
Hay cierto número de personalidades que debo ahora mencionar por haber formado parte de esta época de creación del Shiatsu. En primer lugar se debe citar al Sr. Zentaro Koyama, a quien se menciona en el “Libro rojo”, en un artículo sobre el “Tratamiento de Shiatsu contra el cáncer”. A continuación de este artículo se lee que: “Debido a que la historia de la curación, por parte del difunto Sr. Zentaro Koyama, del cáncer de estómago del Sr. Tokoji – el entonces ministro del interior – había dado lugar a una publicidad exagerada, el Sr. Zentaro debió contestar un interrogatorio policial.”. El Sr. Tokoji declaró entonces: « ¡Pero todo esto es verdad! Si hoy por hoy gozo de tan buena salud, es gracias al Sr. Koyama que me curó, por eso estoy dispuesto a testificar cualquier cosa por él.» Y esto no hizo más que reforzar aún más la publicidad a su favor”.
El artículo continúa diciendo: “Según las observaciones del Sr. Koyama, cuando un grupo de células cancerígenas es tratado con suavidad, este se multiplica y aumenta cada vez más, pero cuando se ejerce presión sobre el mismo, presionando o masajeando con fuerza, tiende a reabsorberse, a abrirse, y si se sigue ejerciendo presión y aplastándolo, termina por desaparecer (…) Aunque la práctica del Shiatsu del Maestro Koyama se ejercía con tanta fuerza que se temía asistir a sus tratamientos, ésta no parece haber dejado secuelas, como dolor o fiebre (…). La finalidad última del Shiatsu, decía, es disolver los nudos que existen en el organismo y esto se puede convertir en una verdad obsesión para aquellos que lo practican.” Según la explicación que da el Sr. Oguro, “una monja, llamada Sôeï Kusano, había, en el pasado, practicado el tratamiento por el Kiaï-Jutsu (técnica de concentración del Ki)) combinado con la manipulación por los dedos. Es partiendo, como base, de este método, el de su Maestro, que el Sr. Zentaro Koyama – discípulo de Sôeï – había desarrollado su “Método de la circulación sanguínea” y había empezado a dictar cursos y seminarios para divulgarlo presentándose como el creador de su método”. Pronto habría empezado a ejercer y en el decimocuarto año de Taïshô (1925), había publicado el texto basado en los apuntes de sus cursos del décimo año de Taïshô (1921), haciendo una síntesis con lo que había aprendido en los Estado Unidos. La denominación de su método vino de su teoría del tratamiento, en el que, con los dedos de forma vertical, se presiona mayormente sobre los nudos profundos del abdomen, presionando con fuerza con la intención de disolverlos. Creo que es este aspecto particular de su forma de practicar el tratamiento que le valió al Shiatsu la reputación de “doloroso pero eficaz” y el “libro rojo” también presentó este método como si se tratara de Shiatsu. A su vez, los miles de personas que tomaron los cursos seguramente lo hayan practicado bajo ese nombre. A mi también uno de sus discípulos me practicó el tratamiento de este modo y, al encontrarme nudos por todo el cuerpo, ejerció presión sobre ellos hasta que se reabsorbieran.
En cuanto a la escuela de Namikoshi, ésta enseña que la práctica con los dedos de forma vertical es errónea; pero se puede decir que en el Shiatsu de esta escuela de Koyama, lo esencial estaba en la técnica de Sha (4) practicada de este modo y que el tipo de convicción que se concentra en la punta de los dedos contiene, en sí mismo, el Kiaï-Jutsu (la técnica de concentración del Ki). Como la técnica de la escuela de Namikoshi está derivada del modo de presión del Anma, es al contrario esencialmente una técnica de Ho (5), que se efectúa principalmente por presiones suaves. Sin embargo, los discípulos de esta escuela se vieron obligados a practicar el Shiatsu enérgico que la gente reclamaba, de modo que la técnica se modificaba, acelerando el ritmo de las presiones y perdió la forma de presión continua que constituye, precisamente, la particularidad del Shiatsu. Además, al ejercer la presión sobre un mismo punto con dos dedos en vez de uno, se aumenta la intensidad de la acción, de modo que el cuerpo del paciente es sacudido continuamente. Con ese modo de proceder, sin embargo, la técnica es simple y no implica grande riesgos, para beneficio de sus seguidores y contribuyendo a difundir el Shiatsu. No obstante, un carácter específico como el de la presión continua para disolver los nudos profundos, gracias al cual se obtenían buenos resultados por el Shiatsu, terminó por caer en el olvido en esta escuela. Durante diez años, intenté, sin resultados, corregir semejante error en la Academia de Shiatsu, pero mis palabras y mis actos fueron interpretados como rebeldía y no me quedó otro remedio que dejar la Academia, cual hombre desterrado. Hoy me doy cuenta de que, en ese momento, en lo único que pensaba era en el Shiatsu y que me comporté como un necio al no tener en cuenta las susceptibilidades personales. Pero a partir de entonces, al menos pude dedicarme a las actividades de “Iôkaï” (6) para estudiar el Shiatsu con total libertad.
(1) Sr Ishimaru: Importante hombre de negocios de la época.
(5) Ho: el término designa una de las 2 formas esenciales de la terapéutica tradicional china, que consiste en suplir una carencia de energía (Kyo) haciendo que afluya de otro lugar del cuerpo la energía contraria en exceso (Jitsu) – forma opuesta y complementaria, en todo tratamiento de medicina oriental, de la técnica de “Sha”
Shizuto Masunaga
Publicado en la revista "Ido No Nippon"
Traducción:E Kohen
Revisión técnica: Daniel Donatto
Agradecimientos: A Pepe Gil Vázquez por el soporte y la colaboración
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