Desde el punto de vista de la teoría del Yin Yang el universo esta en constante cambio. No existe nada en el, que se encuentre estático. La quietud es una manifestación que nos indica que el movimiento se encuentra en estado de transición, pudiéndose hablar entonces de un movimiento latente. Esta teoría del movimiento universal invade todos los campos del pensamiento y las artes. En el campo que nos toca, la medicina oriental es imposible abordar con eficacia cualquier forma de tratamiento sin antes internalizar este concepto.
Elegí este texto magistral tomado de conferencias realizadas por el Sinologo Alemán Richard Wilhelm y rescatadas por su hijo Hellmut, para empezar a entender la esencia de la mutación.
DANIEL DONATTO
EL CONCEPTO DE MUTACION
Un examen de la palabra en la cual se expresa esta concepción nos pondrá en el camino de este resultado anticipado. El ideograma I, que aquí hemos traducido como mutación en forma simplificada, pertenece al acervo más antiguo del idioma chino. Se lo encuentra muchas veces sobre los huesos oraculares, y en las primeras inscripciones sobre bronce. La semántica de esta palabra no es nada fácil de esclarecer; sobre ella existen las explicaciones más divergentes. La etimología del paralelismo de las formas parece haber fundido en ella dos complejos diferentes. El primer significado de esta palabra parece haber sido "lagarto".* -* A la luz de nuevas investigaciones esta interpretación ha llegado a ser dudosa para mí. Véase mi trabajo, "The Concept of Time in the Book sf Change", Man and Time (Papers from the Eranos Yearbook 3; N. York y Londres, 1957), p. 212, n. 2.-
El ideograma arcaico, que muestra una cabeza redonda, un cuerpo sinuoso y una cantidad indeterminada de piernas, lo interpreta del mismo modo que la explicación semántica que da uno de los diccionarios más antiguos. El grafismo ha mantenido este significado, aunque es cierto que más adelante se agregó el signo de la clase de los reptiles, para una mejor comprensión. Cuando se nos hace claro que semejantes ideogramas también se utilizan para indicar las características de la cosa descripta, llegamos al concepto de la movilidad fácil y de la mutabilidad, que se asociaron con este signo. Para nosotros también el camaleón, un lagarto, es la encarnación de la mutabilidad.
Luego esta palabra debe de haber adquirido significados adicionales, a partir de otro signo de aspecto similar, con el cual se fundió más adelante. Originariamente este signo significaba "el mando", y al ideograma se le añadió el símbolo del poder de mando, un estandarte, primitivamente la cola de un animal. Las ideas asociadas a esta palabra incluían probablemente la de una relación fija entre lo de arriba y lo de abajo. En las primeras inscripciones en bronce encontramos también el significado de una recompensa otorgada a un vasallo por un señor. La palabra ha sobrevivido también en este sentido, aunque con el agregado del signo clasificatorio del oro o del metal.
Cuando una explicación más amplia quiere entrever en el signo una combinación del sol y de la luna, y de este modo una representación de las dos fuerzas fundamentales, Yang y Yin, resulta fácil comprender que esta explicación se basa en el mundo de los conceptos del I Ching, y por ende nos puede ayudar poco para aclarar su desarrollo anterior.
La fusión de los dos signos mencionados ha dado a la palabra I los significados que asumía repetidas veces en los antiguos escritos, y que tiene aun hoy: lo fácil, lo simple, en contraposición con lo difícil; lo firme, lo tranquilo, en contraposición con lo que está en peligro; lo mudable o lo que cambia.
En los estratos más antiguos del I Ching la palabra se presenta cuatro veces. La primera vez quiere decir unívocamente lo mudable; la segunda vez, probablemente significa firme; y las otras dos veces, en cambio, presenta el nombre de un lugar, lo cual complica la situación.
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Esta palabra, entonces, ha dado su nombre al libro, que fue ordenado y ampliado al final del período Shang por el rey Wên, a partir de los fragmentos hallados. El material que encontró Wên no llevaba todavía el nombre de I. El nuevo ordenamiento que él estableció fue el primero en recibirlo. Nos hemos acostumbrado a designar el libro como el I Ching. En cualquier caso el término parcial Ching no es antiguo. Se llegó a usarlo por paralelismo con otros textos del canon confuciano, el Libro de los Documentos, Shu Ching, y el Libro de las Odas, Shi Ching. Pero la designación Ching para los textos clásicos sólo comenzó a usarse a partir del siglo iv a.C., en que la encontramos utilizada por primera vez por Chuang Tzú. La palabra en sentido riguroso significa la torcedura de una tela, y probablemente fue aplicada a los clásicos para diferenciarlos de los apócrifos, llamados wei, que significa "la etiqueta". El nombre antiguo del libro era I, o Chou I, a partir del nombre de la dinastía cuyos fundadores habían contribuido tanto a su estructuración. Pero de qué manera debe traducirse la palabra I del título, es algo sobre lo cual los estudiosos no están acordes. Recientemente se ha sugerido que el nombre significa la forma fácil —de consultar el oráculo, se entiende— de los Chou, en contraposición con la forma más dificultosa de los Shang, por medio de los caparazones de las tortugas. Estas explicaciones, y muchas otras, no nos satisfacen, naturalmente, y tampoco son correctas para la comprensión de los hechos históricos e intelectuales. Yo propongo que sigamos usando el título "Libro de las Mutaciones", cuya legitimidad se demostrará en el curso de nuestras investigaciones. Pero debemos tener en cuenta que los otros sentidos de la palabra I resuenan siempre, como tonos menores. Un primitivo apócrifo del I Ching lo explica en forma muy clara: "El nombre I entraña tres sentidos. Estos son: lo fácil, lo mutable, y lo constante. Su carácter es lo fácil. Su radiación penetra en las cuatro comarcas; establece las separaciones en forma simple y fácil; por él tiene el cielo su brillo. El sol y la luna, las estrellas y las casas del zodíaco son distribuidos y ordenados de acuerdo con él. El alma que lo impregna no tiene puerta, el espíritu que lo resguarda no tiene acceso. Sin esfuerzo y sin preocupación, simple y sin error: esto es lo fácil. La mutación es su poder. Si el cielo y la tierra no se transformaran, este poder no podría penetrar en ninguna parte. Los influjos contrapuestos de los cinco elementos se suspenderían, y la alternancia de las cuatro estaciones cesaría. Al príncipe y al ministro se les arrebatarían sus insignias, y todas las distinciones cambiarían de lugar; lo que debería decrecer, aumentaría; lo que debería gobernar, se derrumbaría. Esto es la mutación. Lo constante es su posición. Que el cielo está arriba y la tierra abajo; que el señor enfrente el sur, y el vasallo, el norte; que el padre esté sentado y el hijo se incline ante él: esto es lo constante".*
Estos tres sentidos de la palabra I, que aquí reconocemos, en forma algo embellecida, como las tres coordenadas del curso del mundo, naturalmente no se encuentran inequívocamente en esa manifiesta función en los primeros estratos del I Ching. Luego los estratos posteriores comienzan a destilar, a partir de los significados de la palabra, su sentido intrínseco, y nosotros haremos de estos significados nuestro hilo conductor a través del sistema subyacente en el libro.
El primer punto que nos proporciona el significado del signo I, y a través de él todo el sistema del Libro de las Mutaciones, así como lo presentaron los primeros gobernantes Chou, a diferencia de sus predecesores, es por consiguiente lo fácil, lo simple, lo dado en forma natural. Deseo insistir sobre este punto. Cuando sometemos este sistema a un examen, interpretamos mal su sentido si buscamos en él algo oscuro y lleno de misterio. El libro arranca de lo que cada uno ve y de lo que capta inmediatamente. Que esto es cierto, lo aclaran prontamente las circunstancias históricas de las cuales surgió el sistema de su nueva estructura. La religión totemística-matriarcal, que aherrojaba a sus creyentes a través del miedo, y ese indefinible crepúsculo, que atrae comprobadamente los bajos fondos sombríos de la psiquis humana, y que le provee en los sacrificios humanos una salida admitida, eran ajenos a los primeros soberanos Chou. En el espíritu de éstos se refleja la imagen más simple y más clara creada por la asociación con la vida vegetativa, con la agricultura. Estas concepciones no son tan primitivas como parecen. En la jerarquía de los instintos, la razón —el instinto del corazón, como dicen los chinos— había asumido la dirección, y por ende lo sombrío se veía relegado al lugar donde ya no podía pretender falsamente el derecho a la supremacía. Naturalmente, he simplificado este cuadro para destacar las contradicciones; pero las tendencias espirituales de los primeros Chou se expresan también en sus organizaciones sociales y políticas. La vida se estructura a partir de lo que brinda la naturaleza en forma inmediata, y por ende su organización es algo que puede ser conocido. Espíritus y demonios, fantasmas pavorosos que pueden introducir un elemento irracional en su curso, son mal vistos. De aquí proviene el especial sentido de la estricta prohibición del alcohol por los primeros Chou.
Las situaciones descriptas en el Libro de las Mutaciones son las circunstancias primarias, lo que le ocurre a todo el mundo todos los días, y lo que es simple y fácil de descubrir. Este punto es aclarado perfectamente en los estratos posteriores del libro, que no sólo describen y desarrollan el viejo sistema sino que difunden su eficacia, de acuerdo con la misión social y cultural del confucianismo. Repetidas veces se hace resaltar que la simplicidad y la claridad son la única puerta de acceso a este sistema. "Lo bueno que se encuentra en lo simple y en lo fácil —se dice allí— lo equipara al tipo más elevado de Ser". Y en otro lugar se dice:
"Lo creativo conoce a través de lo fácil.
Lo receptivo opera a través de lo simple".
"Lo fácil es fácil de conocer; lo simple es fácil de seguir. Lo fácil de conocer logra fidelidad; lo fácil de seguir logra eficiencia. El que goza de fidelidad puede perdurar por mucho tiempo; el que posee eficiencia puede hacerse grande. La perdurabilidad es la manera de ser del sabio, y la grandeza es el campo de acción del sabio".
A través de esta puerta de acceso entramos ahora en el verdadero campo de las Mutaciones. La reflexión sobre los simples hechos básicos de la experiencia produce el inmediato reconocimiento de esa transformación constante. Un enfoque no deformado de los fenómenos indica que su característica es el dinamismo. Sólo el pensamiento abstracto los extrae de su contexto dinámico, y los aisla en unidades estáticas. Si queremos trasladar los conceptos de nuestro pensamiento occidental a este aspecto de la idea de las Mutaciones, puede servir la aplicación de la categoría del tiempo a los fenómenos. En el interior de esta categoría, por cierto, todo se encuentra en un estado de transformación. En cada momento el futuro se vuelve presente, y el presente, pasado.
El concepto chino de mutación llena de contenido esta categoría. Se ha formado por la observación del espectáculo de la naturaleza: el curso del sol y de las estrellas, el paso de las nubes y el fluir del agua, la alternancia del día y de la noche y la sucesión de las estaciones. De Confucio se relata la anécdota de que al borde de un curso de agua exclamó: "¡Así fluye todo como esta corriente, sin cesar, día y noche!" (Lyn Yü, IX, 16). Esta concepción se elaboró especialmente a partir del fenómeno de la vida, en su sentido auténticamente físico. "La mutación es el procreador de lo que procrea", se dice, la borboteante plenitud que se regenera a sí misma, para la cual no hay pausa ni cesación. Sólo en constante nacimiento y crecimiento se hace palpable la vida. Si se detiene, el resultado no es la muerte, que sólo es una forma de la ,vida, sino la inversión de la vida, su perversión.
Este modo de ver las cosas es altamente significativo para el concepto de la mutación. Su opuesto no es ni el reposo ni la pausa, que son formas de expresión que encierra la mutación. Que lo opuesto de la mutación sea su inversión, y no su anulación, señala el contraste evidente con nuestra categoría del tiempo. Lo contrario de la mutación es el crecimiento de lo que debería decrecer, el derrumbamiento de lo que debería gobernar. El estado de absoluta inmovilidad es de tal modo abstracto que los chinos, o por lo menos los del período que produjo este libro, no podían concebirlo. La mutación es más bien un movimiento natural, un desarrollo que sólo puede invertirse yendo contra la naturaleza.
El paso decisivo efectuado por el Libro de las Mutaciones es la aplicación de este concepto de la mutación a las formas orgánicas de la vida también. Y con la ejecución de este paso el libro se vuelve valioso en el sentido filosófico. Pero la comprensión de que los hombres y los grupos sociales naturales, y también la época, sólo pueden manifestarse en esta categoría de la mutación, justifica la expectativa con la cual nos acercamos al libro. Que el hombre se mueve y actúa, que crece y se desarrolla, esto por sí solo no es un conocimiento profundo de las cosas. Pero saber que este movimiento y este desarrollo ocurren en la forma típica del concepto de la mutación, de la cual no se puede huir, éste es el conocimiento que ha ayudado a la primitiva filosofía china a lograr su benéfica nitidez y claridad.
No es fácil presentar en forma gráfica el desarrollo que se expresa de esta manera, inherente a todos los fenómenos. El concepto de cambio no es un principio formal exterior, que se imprime sobre los fenómenos; es una tendencia interior, que este desarrollo sigue espontáneamente. No es un destino dictado desde afuera, ante el cuál` el hombre debe inclinarse silenciosamente, sino más bien un indicador caminero, que muestra la dirección que toman las decisiones. Tampoco es u la norma moral, a la cual uno se ve obligado compulsivamente a someterse; antes bien es la pauta por medio de la cual se pueden descifrar los acontecimientos. Permanecer en su flujo es un dato de la naturaleza; reconocerla y seguirla es responsabilidad y libre elección.
Con la aplicación de este concepto de la mutación al desarrollo de los hombres, de los grupos humanos y de la época, cae toda una sarta de construcciones auxiliares, a las cuales nos hemos acostumbrado para explicar los acontecimientos. El principio no admite ninguna diferenciación entre lo interior y lo exterior, entre el contenido y la forma. Está implantado en el corazón del hombre, fácil de percibir y operante. Opera de la misma manera en los agrupamientos humanos y en todo lo que es significativo en la época. De este modo, no sólo encarna sino que también lleva el "alma" del grupo, el "espíritu" de la época. La universalidad de su potencia incluye todos los niveles, en todos los perfiles; cada semilla plantada llega a la madurez en su marco.
El sentido del movimiento de esta mutación nunca es unidimensional. Si nos atenemos a una imagen, el movimiento cíclico es adecuado. Los posteriores comentarios han hecho mucho uso de esta imagen, pero la rigidez que se manifiesta en ella es ajena al libro mismo. Pero el movimiento que vuelve a su punto de partida está totalmente vinculado a las ideas primitivas. Puede derivarse de las órbitas de los astros o del curso de las estaciones. Hasta la muerte misma era un retorno para los antiguos chinos. Pero en tal interpretación se palpa más la idea de totalidad que la de repetición. La noción del progreso, que hemos incorporado bajo la forma de la espiral al movimiento cíclico, es ajena a la concepción antigua de la mutación. El juicio de valor contenido en esta noción no se adapta a una imagen extraída de la naturaleza. Y el intento de exaltar lo nuevo a costa de lo viejo, el futuro a costa del pasado, está alejado de los chinos. El acento descansa completamente sobre el grado de la conformidad con la mutación. Y si los tiempos pasados fueron superiores, esto se reconoce sin prejuicios, y a lo sumo surge el compromiso de acercarnos al mismo nivel de los antiguos.
El carácter unitario del movimiento impide su dispersión, que no podría impedir un movimiento unidimensional. De este modo el infinito se ve traído a la esfera de lo finito, único ámbito en que puede sernos útil.
Así nos hemos acercado al tercer punto asociado con el concepto I: lo seguro, lo constante. Ya los primeros apócrifos contenían la definición paradojal: "La mutación es lo inmutable". En los estratos más recientes del libro encontramos usado este sentido de la palabra como lo opuesto de la palabra "peligro". El peligro es lo desconocido, lo intranquilizador, del cual puede surgir tanto la desgracia como la suerte. La certidumbre es el claro conocimiento de la actitud correcta, la seguridad del desarrollo de los acontecimientos en el sentido correcto.
Los comentaristas antiguos tendían a poner de manifiesto las relaciones sociales en esta seguridad, en esta constancia. Se indicaba que el padre está sentado y que el hijo se inclina ante él. Se revelaban así —bajo la influencia de Hsün Ch'ing *— como celosos promotores de su propia posición social. Tampoco carecía de dinamismo esta concepción, y el hijo que se inclinaba ahora ante su padre sería mañana él mismo un padre que podría recibir las reverencias de su hijo. De tal modo, estos hitos sociales sólo son estáticos y fijos en su relación, y como puntos de referencia son totalmente imprescindibles. Las diferencias de rango no son tan decisivas como la misma relación de dependencia, que en su tensión introduce ante todo el principio del ordenamiento en el curso de la mutación. Naturalmente las posibilidades de estos puntos son numerosas, y el padre con el hijo son aquí tan sólo una imagen que representa muchas. De esta manera vemos que la extendida red de relaciones, que en lo referente a la vida en grupo de los hombres es, por supuesto, de carácter social, le otorga a la mutación su estabilidad y su constancia. Sin embargo, si extendemos el campo de la mutación a lo personal o a lo cósmico, se hacen necesarias sin demora otras relaciones, que puedan convertirse en el patrón de medida de esta estabilidad. Más adelante hablaremos más extensamente de la tensión fundamental sobre la cual se basa.
El Libro de las Mutaciones encara la estabilidad también bajo otro aspecto. En los textos más antiguos esto se encuentra implícito, y los más recientes lo examinan en forma más detallada. En estos textos la estabilidad de la mutación es la contrapartida de la virtud humana de la confiabilidad. Se puede captarla, mantenerla, hacer cuentas con ella. La mutación no es algo que se lleva a cabo en forma abrupta e irracional. Tiene su curso fijo, en el cual se desarrolla el curso de los acontecimientos. Así como confiamos en que el sol se levantará mañana, y que una nueva primavera seguirá al invierno, podemos estar seguros de que el devenir no es caótico y sigue cursos fijos. Vemos que aquí el concepto de mutación se acerca mucho a la ley taoísta del universo, el Tao de Lao-tse, que es tan difícil traducir a nuestro idioma. Por cierto se hace un amplio uso de la palabra Tao en los estratos más recientes del libro. También aquí el Tao es la fuerza operante en la totalidad del universo, así como en cada uno de sus miembros. Leemos:
"El Libro de las Mutaciones contiene la medida del cielo y de la tierra, que nos permite abarcar y subdividir el Tao del cielo y de la tierra... Puesto que así el hombre llega a parecerse al cielo y a la tierra, no está en conflicto con ellos. Su sabiduría abarca todas las cosas, y su Tao ordena el mundo entero; por ende no comete errores... En él están incluidas las formas y los campos de acción de todas las estructuras del cielo y de la tierra, de tal modo que nada se le escapa. En él todas las cosas se completan en todas partes, de tal modo que ninguna está ausente. Por lo tanto, por su intermedio puede penetrarse el Tao del día y de la noche, para así comprenderlo. De tal modo el espíritu no está atado a ningún sitio, y las Mutaciones, a ninguna estructura..."
Finalmente, el Tao es también lo que origina la dualidad, y esta frase nos recuerda de inmediato al Tao Té Ching.
Lo firme y lo constante, para los cuales se emplea aquí -la palabra Tao, es también un atributo necesario del concepto de mutación. El concepto de universalidad, de globalidad, está dado simultáneamente con este atributo. Vemos que la mutación opera tanto en lo grande como en lo pequeño, que puede ser descifrada tanto en los acontecimientos cósmicos como en los corazones de los hombres. De esta amplitud, que abarca en igual forma el macrocosmos y el microcosmos, el Libro de las Mutaciones deriva la idea de que el hombre se mueve hasta el centro de los acontecimientos, y que la personalidad consciente de su responsabilidad se equipara con las fuerzas cósmicas del cielo y de la tierra. Eso es lo que se quiere significar con la idea de que es posible influir sobre la mutación. Esta posibilidad de influencia se da actuando de conformidad con su curso, no por cierto yendo contra él. Puesto que cada semilla alcanza en él su desarrollo, también debe ser posible introducir en su curso una semilla implantada por el hombre. Y como sea que el conocimiento de las leyes de la mutación enseña la correcta inserción de semejante semilla, una influencia altamente eficaz se vuelve posible. No sólo eso, sino que las semillas plantadas pueden ser influidas en su desarrollo, y cuanta más cerca se está del momento de la plantación, en forma más fuerte opera la influencia. También aquí recordamos un pasaje del Tao Té Ching que contiene un pensamiento totalmente similar.
Con este punto de vista, ante todo, que otorga a la personalidad responsable una influencia sobre el curso de las cosas, éstas dejan de ser un sofisma, una red gris de mallas, y se convierten en un orden orgánico que corresponde a la naturaleza del hombre. El papel asignado de este modo al hombre no es ínfimo. En el marco de estos límites no sólo es amo de su propio destino, sino que puede intervenir en acontecimientos que están mucho más allá de él. Pero permanecer en el interior de estos límites es la tarea asignada a la fuerza de su entendimiento, y el Libro de las Mutaciones fue escrito para promover este entendimiento a través de las experiencias y de los enfoques de los tiempos antiguos
Extractado de
Mutaciones, Ocho Lecciones sobre el I Ching
Wilhelm Hellmut
Editorial Marymar
Año 1978
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