viernes, 13 de julio de 2007

Consejos preliminares al terapeuta y observaciones relativas al paciente

Generalmente la formación básica que se brinda al terapeuta, esta plagada de sugerencias técnicas, de como respirar, que ejercicios realizar, como confeccionar la historia clínica, etc etc, pero en escasas oportunidades en estos últimos 21 años, que llevo investigando en el campo de la terapia shiatsu, he leido o escuchado a alguien, que brinde un verdadero consejo sobre la actitud correcta que debe desempeñar el terapeuta en la relación con el paciente. Justamente se insiste mucho en diagnosticar Kyo-Jitsu, estancamiento y otras cosas pero poco en empatizar con el paciente. Sin el desarrollo de esta capacidad empática es imposible captar la fuerza vital del otro y por lo tanto el sho no puede llevarse a cabo.
Masunaga Sensei en este articulo nos proporciona la llave para desarrollar, la correcta actitud que me permita sobrepasar las limitaciones del ego, que dificultan la posibilidad de empatizar con la fuerza vital del otro.
Daniel Donatto


Consejos preliminares al terapeuta
y observaciones relativas al paciente

Todo estudiante de medicina occidental recibe en primer lugar una breve enseñanza con “El Juramento” de Hipócrates sobre el espíritu con el que se debe estudiar la medicina, la preparación para ejercer la profesión, el modo de concebir el tratamiento, y la responsabilidad frente a los pacientes. El Kanpô, en cambio, no cuenta con este tipo de juramento pero creo que todos los diversos aspectos anteriormente citados están en la fórmula “La medicina es un Jinjutsu” (una práctica de humanidad basada en la compasión, la benevolencia, el amor hacia los demás). Detrás del “Juramento” de Hipócrates, sentimos su necesidad de prevenir al terapeuta contra los abusos que pueden ser fácilmente cometidos y se puede decir que esto es algo que hasta aquí fue constantemente necesario recordar. El Jinjutsu se vuelve fácilmente a su vez un Sanjutsu (una maquina de producir dinero) y según la actitud de servilismo o suficiencia del terapeuta respecto del paciente, tiende rápidamente a establecer una relación de dominador a dominado o viceversa.

Es decir que la medicina occidental, que acentuó “La terapéutica únicamente con miras a cubrir la necesidad y para el beneficio inmediato del paciente”, interpretó según la fórmula que se debía tratar la mayor cantidad de pacientes y cayó en la lógica de imponerle a este, el volverse un sujeto de experimentación. El Kanpô (literalmente Medicina de Han; se refiere a la forma que se denomina en Japón a las terapéuticas medicas provenientes de China), en cambio, que responde al Jinjutsu, tiene un modo distinto de proceder, que es el de imponer arbitrariamente sacrificios tanto a uno como a otro de los dos protagonistas, paciente y terapeuta.

Se dice que un médico, un día que debió ser internado por primera vez como paciente, quedó indignado por el modo demasiado inhumano en que los enfermos eran generalmente tratados y a partir de ese momento logró comprehenderlos. Sin embargo, si se modifica la organización de modo a satisfacer toda la desiderata de los pacientes, esto no sólo va a aumentar la carga de trabajo de los médicos y enfermeros, sino también va a imponer enormes sacrificios a los demás miembros de la sociedad. A partir del momento en que el ideal terapéutico es considerado desde la óptica de la medicina occidental, es normal que se llegue a semejante resultado.

En cambio, cuando la terapéutica se considera desde la óptica del Kanpô, creo que lo que resulta necesario en primer lugar, tanto para el terapeuta como para el paciente, es cierta comodidad. Porque si su situación económica no es buena a menos que llegue a realizar un mínimo de cincuenta sesiones por día, como ocurre en el sistema médico actual, el terapeuta se verá obligado a dejar de lado la persona de los pacientes por más que quiera realizar correctamente los tratamientos de Kanpô. Asimismo, sólo podrá padecer una carga de trabajo suicida. En las épocas en las que se constituyó el Kanpô, la sociedad debía ofrecer una comodidad económica, una flexibilidad suficiente para permitir la práctica del Jinjutsu y resulta extraordinario que esto haya podido perdurar hasta la era Meiji, dado nuestro actual contexto.

Para mí, que soy un terapeuta de Kanpô, mi más profundo deseo sería que el sistema médico actual se vuelva en el futuro un sistema cuyo eje sea esencialmente la medicina oriental, para lograr que mucha gente pueda beneficiar de los maravillosos efectos de esta medicina. Sin embargo, si le pedimos a la medicina oriental que acepte a todos los pacientes que se presentan en la actualidad, creo que su actitud de Jinjutsu desaparecería inmediatamente y que para el terapeuta ya no sería posible hacer un tratamiento de un nivel comparable al de la medicina occidental. Si bien los defectos de la medicina occidental y del sistema del Seguridad Social se reconocen públicamente y estos defectos ya son evidentes, la mayoría de la gente está moralmente satisfecha de esta medicina y sacan ventaja de la misma, lo que genera que este sistema de atención aún perdure. La minoría, que no puede satisfacerse con un tratamiento basado en el sistema de Seguridad Social, en lugar de recurrir a dicho sistema, viene a buscar satisfacción en el Tôeki,(término que designa la terapéutica oriental a través de los medicamentos, uno de los grandes métodos terapéuticos tradicionales de la medicina china) o el Shin-Kyû,(término compuesto que designa los 2 métodos terapéuticos de intervención de la medicina oriental, a través de las agujas – Shin – o acupuntura, y del moxaKyû: ignipuntura o cauterización.

Podemos por lo tanto curar estas personas solicitándoles los suficientes honorarios para garantizar nuestra subsistencia y hacerlos beneficiar de las virtudes terapéuticas de la medicina oriental. De forma previa al primer contacto con estos pacientes, quisiera mencionar en primer lugar este sentimiento de gratitud que debemos tener respecto a ellos. De este modo, aunque sepamos que el enfermo tuvo hasta entonces un tratamiento erróneo y veamos en ello un grave defecto de la medicina occidental, nunca debemos incriminar dicha medicina abiertamente. Llegado el caso, debemos admirar la clarividencia del enfermo que tomó conocimiento del hecho y acudió hacia nosotros.

Respecto de ello, no debemos ilusionarnos: si el paciente vino a que lo curen a través del Kanpô, no es porque confíe en esta medicina o en la técnica del terapeuta. El baluarte de la medicina occidental no es tan frágil como lo imaginamos…. Si hubo error en el tratamiento es responsabilidad del terapeuta concernido; en cuanto a la imposibilidad de la cura, simplemente demuestra el límite del poder de la medicina; la autoridad de la propia medicina no por ello se encuentra disminuida. Ésa es la realidad. Aunque el paciente, en la medida de lo posible, haya querido curarse a través de la medicina occidental y si ésta se mostró impotente ante su caso, es normal que quiera buscar resolverlo de otro modo. Es lo que ocurre en la mayoría de los casos. Cuando se recibe a uno de estos pacientes, debemos abstenernos de pensar ingenuamente que se trata de un simpatizante del Kanpô porque vino a que lo curen a través del Shin-Kyû o del Tôeki. Así como debemos pensar que una mujer que habla mal de su marido luego de una pelea doméstica expresa en realidad su apego hacia él, debemos entender que lo único que pide un paciente que expresa su desconfianza hacia la medicina actual es que se le tenga compasión. De este modo, si el terapeuta afirma lo que él dice, será inmediatamente tildado de indecente. Porque lo que ese paciente desea es que se ocupen de él con compasión y no que se incrimine la medicina occidental. O más exactamente, en muchos casos, a través del intercambio de palabras, el paciente intenta poner a prueba el terapeuta.

No quiero decir con esto que se deba permanecer en silencio observando la psicología del paciente. Quiero simplemente señalar que la diferencia de posiciones entre terapeuta y paciente es el resultado de psicologías que difícilmente pueden conciliarse. Debido a su conocimiento del tratamiento y a la confianza en su eficacia, el terapeuta puede sentirse tranquilo como profesional, pero en lo relativo al enfermo, nunca debemos olvidar que, en la mayoría de los casos, éste viene a consultar un universo del que no tiene ninguna experiencia, jugando todas sus esperanzas en el poco de posibilidades que le quedan y con el estado de ánimo del que se está por ahogar y se aferra a la más pequeña rama. Creo que para comprender el estado de ánimo del paciente, es necesario que el terapeuta se haga tratar de vez en cuando por otros terapeutas o que experimente métodos terapéuticos que no conoce.

Un día, por casualidad, entré a una peluquería que no conocía. Al haber experimentado el hecho de sentir todo mi cuerpo tenso desde el instante en que me senté hasta el momento en que el peluquero comenzó a cortar con sus tijeras y luego con la afeitadora, comprendí que el enfermo que experimenta por primera vez un tratamiento pueda padecer el mismo sentimiento. Esto fue una experiencia para mí, que nunca había pasado por un tratamiento médico. Desde que enseño el Shiatsu, recordando esta experiencia, profeso que experimentar un tratamiento es un medio importante para aprender cómo proceder a curar a los demás. El terapeuta que nunca debió padecer enfermedad alguna debe hacer el esfuerzo de prestarse a la experiencia de ser curado por otra persona, conciente de su carencia en cuanto a su comprensión de la psicología del paciente. Un terapeuta que no se encuentra en un buen estado de salud no puede llevar adelante su actividad sin ser curado, y la conciencia, que adquiere desde ese momento, de preservar su salud gracias a los cuidados de otra persona, lo lleva a amar su profesión y esa disposición espiritual le inspira gran simpatía al paciente. Hay terapeutas que no quisieran soportar ellos mismos las terapéuticas que ejercen; en un caso semejante, por más que sea extremadamente hábil en su técnica, el paciente no puede sentir en ella la suavidad del amor.

Existe una fórmula, acerca del Kanpô, que dice que su característica es curar al enfermo, no la enfermedad. En el Kanpô, el sujeto no representa una persona que “tiene” una enfermedad, sino una persona que “sufre”, que “está afectada” por una enfermedad. Por lo tanto, en el Kanpô, aunque el terapeuta hizo desaparecer los síntomas o el sufrimiento del paciente, no por eso significa que realizó el tratamiento. Pero como éste es un punto generalmente mal comprendido, hace su aparición un gran Maestro que explica que el Shin-Kyû es una medicina sintomática y la medicina occidental una medicina de “terreno”. Se puede efectivamente considerar las cosas en esos términos cuando el objeto que se tiene en la mira es la enfermedad, pero la propiedad de la metodología de la medicina oriental, es precisamente no basar su premisa en la propia enfermedad. La importancia que se le otorga a las causas profundas significa que ante todo se tiene en cuenta el contexto en el que se produce una enfermedad, por el simple motivo por el que la enfermedad en sí no existe fuera del enfermo. Digamos, más exactamente, que comprender la patología como un desequilibrio que se sitúa en un en un contexto determinado es algo que corresponde propiamente a los cuatro diagnósticos del Kanpô.
Ese tipo de desequilibrio fue designado por Hans Selyé (Medico hungaro introductor de la teoria del Stress) bajo el nombre de “Estrés”. Ésta es una terminología occidental para traducir que cualquier desequilibrio se considera como una resistencia del organismo ante las presiones externas. En el Kanpô, el “Ja” (literalmente: energía viciada), en otros términos, la anomalía fisiológica, está considerado como un desequilibrio de carácter energético en términos de Kyo-Jitsu ( patrón de diagnostico a traves de los meridianos) Cualquier síntoma que se produce como consecuencia de un desequilibrio del
organismo está considerado como un esfuerzo realizado por el organismo para recuperarse de una patología. Asimismo, no se busca suprimir ciegamente los síntomas considerándolos como un mal. La terapéutica a través de los meridianos, en la que hacer el Ho-Sha (el término HO designa una de las 2 formas esenciales de la terapéutica tradicional china, que consiste en suplir una carencia de energía (Kyo) haciendo que afluya en otro lugar del cuerpo la energía contraria en exceso (Jitsu) – forma opuesta y complementaria, en todo tratamiento de medicina oriental, de la técnica de “Sha” ) para los desequilibrios (el Kyo-Jitsu) de los meridianos, es un modo de ayudar la circulación del Ki-Ketsu (Ki: el término designa generalmente la energía en circulación en todo el cosmos y que también circula en todos los seres vivos. Asociado al término “Ketsu”, la palabra designa más específicamente, en medicina oriental, la energía vital en el ser humano bajo sus formas sutiles: aspectos espirituales, psíquicos y mentales (aspiración, voluntad, intenciones, sentimientos, estados de ánimo…), por oposición a sus formas vitales materializadas (sangre… “Ketsu”). estancado para que retome su curso.

Dado que los meridianos están profundamente relacionados con la condición vital general del organismo, se puede, al mirar a una persona en su totalidad, realizar un diagnóstico de los desequilibrios de los mismos. El Bôshin (diagnóstico oriental mediante la vista) es una modo de observar y de envolver globalmente a una persona. Por lo tanto, la expresión según la cual “el que sabe con sólo mirar es designado como un Shin” es válida. El “Shin” representa aquí a alguien con grandes conocimientos y experiencia en todo lo relativo a la energía esencial (“Seïki –) que constituye la cualidad propia de la persona. Para ser el “Seï” (el sabio) que escucha”, se debe poder aceptar al paciente tal cual es, sin prevención ni reserva. El “” (“Maestro que interroga”) designa, a su vez, traducido al lenguaje moderno, el terapeuta que adquirió un buen conocimiento de las técnicas de fisiología clínica, lo que lo lleva a saber hacer inmediatamente lo que se debe hacer para que se entable la relación de persona a persona. En cuanto al “Kau (artesano) que realiza el Setsu” del que hablan los textos, dudo que los terapeutas actuales del Shin-Kyû aprendan concretamente la técnica del Setsushin (diagnostico a través de la palapación que va mas allá de la mera utilización del sentido del tacto) como para poder serlo. En lo relativo al Setsumyaku (diagnóstico por el pulso), que es una de las formas fundamentales del Setsushin, éste no es el monopolio de las escuelas de los meridianos. El hecho de que el terapeuta comience por tomar el pulso del paciente es para él una forma de asegurarse de la relación con éste, a través del contacto de las pieles. En cuanto al Haîkôshin (diagnóstico sobre la espalda) y al Fukushin (diagnóstico sobre el abdomen), éstos no pueden practicarse correctamente a través de la técnica del Anma actual, que fue asimilada a la del masaje. Para un japonés, mostrar su Hara (abdomen) a otro es manifestarle su absoluta confianza; pero no es conveniente respecto de él, tocarlo como si se lo palpara. El Setsu (tacto)es una forma de sentir en sus dedos la simpatía del fondo del Hara de la otra persona como si se penetrara en su corazón y no una forma de masajear la piel. Cuando la resonancia del fondo del corazón de esa persona es transmitida a través de sus dedos, así como se transmite la simpatía al estrecharse las manos, el terapeuta recibe el estancamiento del Ki-Ketsu bajo la forma de un Kyo-Jitsu de los meridianos. De este modo, sus dedos conducen el diagnóstico de los meridianos y permiten percibir correctamente los Keïketsu ( puntos “nudos de energía” situados sobre los meridianos, “fosas de Ki” -lit: aperturas, orificios-que llevan la atención sobre los meridianos, algunos de los cuales actúan como “resonadores” y otros como “concentradores” de energía y que constituyen puntos privilegiados de tratamiento, particularmente en la acupuntura y la ignipuntura, así como en las terapias manuales. Estos puntos están catalogados en los tratados clásicos chinos, y estimados en 365, repartidos sobre los 12 meridianos de las “vísceras” y los 2 meridianos “extraordinarios” de los Nin- y Tokumyaku)
Seleccionar los puntos de tratamiento (Tsubo) por referencia a la denominación de la patología es sólo por comodidad, como ocurre en las formaciones aceleradas del tipo de las de los “Médicos descalzos”. Si las escuelas que toman tal comodidad para la regla auténtica del Shin-Kyû terminaron por volverse mayoritarias en este ámbito, puede ser el resultado de
que a los médicos a cargo de la pedagogía en Japón se les haya impuesto los métodos pedagógicos occidentales.

Si quisiera resumir los consejos preliminares para darle a un terapeuta, en cuanto al paciente, finalmente basta con una sola recomendación, la de hacer correctamente los cuatro diagnósticos del Kanpô. Hoy en día, sin embargo, estos cuatro diagnósticos se confunden con los métodos occidentales de observación del estado patológico del enfermo.
Examinaremos aquí un ejemplo de diferencia entre diagnóstico oriental y diagnóstico occidental. El Monshin (investigación mediante interrogatorio) de la medicina occidental consiste en preguntarle al individuo, con fines de diagnóstico, cuáles son los síntomas particulares que lo afectan. De este modo, cuando éste comienza a quejarse de los males que padece cual persona enferma, el médico no quiere perder su tiempo escuchándolo. Saber llevar al paciente a responder rápidamente los únicos puntos considerados importantes, es considerado, por parte de un terapeuta, como una técnica de una persona experimentada; asimismo, el paciente que se queja de sintomatologías de manera no verificables objetivamente se verá diagnosticado de neurosis. De todos modos, se estima que lo importante es un examen científico instrumental, y que el Monshin no es más que un medio subsidiario. Y la propia medicina oriental, para disminuir la cuota de subjetividad y ahorrar tiempo, se puso a adoptar un método en el que el paciente está invitado a inscribir en un formulario las informaciones útiles.
¿Por qué nos vemos obligados, tomando aquí el punto de vista de la psicología, a insistir sobre la importancia por parte del terapeuta de hablarle al enfermo, para reintroducir en la terapéutica, la relación de persona a persona que se había perdido? Lo que el paciente desea por sobre todas las cosas, es poder tratar con una persona que escuche sus quejas y con un terapeuta que tenga toda la competencia requerida para comprenderlas. El consejo psicoterapéutico aportó la prueba de que el paciente, en su sufrimiento, ya obtenía una eficacia terapéutica con sólo hablar de sí mismo, de su situación, aún más cuando el terapeuta que lo escucha atentamente sabe manifestar su aprobación en los momentos propicios. Aunque lo que diga el paciente sea objetivo, esto no se considera válido en el entendimiento del terapeuta. Por lo tanto, debido a la subjetividad atribuida a sus palabras, el individuo tiene todas las facultades para comportarse como lo entiende y al exponer con tanta franqueza su desequilibrio, puede darse cuenta por sí mismo de ese desequilibrio, lo que termina ayudando su voluntad para corregirlo.
Si el Kanpô utiliza el Monshin para decidir el Shô (tiene el sentido general de “prueba”, “justificación”, “testimonio”, “indicio”. El término se utiliza en medicina oriental para designar la decisión diagnóstica – resultado de los 4 medios de diagnósticos del Kanpô –, resumida en términos de tratamiento que deberá aplicarse para llevar al enfermo a la cura), no es por razones de objetividad en cuanto a las palabras del enfermo, sino porque comprende estas palabras como la propia expresión del desequilibrio de dicho enfermo. El Monshin no podría por lo tanto ser un simple interrogatorio a través del cual el terapeuta busca hacer hablar al individuo con lealtad y exactitud.
Generalmente el paciente dice algunas mentiras, o más exactamente, decir mentiras forma parte de la condición del enfermo. Se puede decir que probablemente no exista ningún terapeuta que no haya oído alguna vez un discurso como: “estoy dispuesto a darle cualquier cosa si me libera de este sufrimiento”.
Y seguramente no son mucho los terapeutas que pudieron ver que el paciente, una vez curado, no cumplió con su promesa. Por parte de personas que se encuentran en un estado normal, semejantes dichos, efectivamente pueden ser calificados como mentiras, pero cuando un enfermo – y esto también es válido para toda persona que solicita un préstamo – pronuncia estas palabras, no se encuentra en un contexto psicológicamente normal; por lo tanto, no resulta anormal que hable de ese modo. El discurso del paciente debe, por consiguiente, ser comprendido no desde el punto de vista del contenido expresado, sino desde el punto de vista de la propia psicología del paciente.
El Consejo psicoterapéutico enseña la importancia de la no-directividad y el terapeuta simplemente debe guiar la conciencia del individuo. Creo que el terapeuta de medicina oriental debe comportarse de este modo y que es necesario que, para ayudar al paciente, le indique la dirección en la que se hará el tratamiento. Pero una actitud directiva de su parte, como si quisiera educar al individuo, si tiene el poder de convencerlo, por su autoridad de terapeuta, disminuye en cambio la oportunidad de despertar en él esa iniciativa que lo lleva a actuar por voluntad propia. Aparentemente, el paciente obedece con docilidad a las prescripciones del terapeuta; pero si éste queda conforme con dicha actitud por parte del paciente, éste último en realidad nunca aplica las prescripciones exactamente como lo indicó el terapeuta ni tampoco confía plenamente en él. Simplemente es oportunista, al pensar que es más conveniente para él comportarse con docilidad porque de ese modo el terapeuta hará el tratamiento con mayor cuidado. Generalmente sucede que, como el paciente asiente con una palabra lo que dice el terapeuta con aires de admiración,
éste comienza a revelar su teoría o a exponer sus conocimientos o a hablar de cosas personales, conformándose de este modo, pero es algo que el paciente no aprecia. También hay terapeutas que tienen un temperamento tan servicial que no están satisfechos si no enseñan a los demás todo lo que juzguen conveniente y hablan durante el tratamiento; pero alguna veces el paciente, se muestra cansado de tanto asentir con una palabra. Creo que ese afán es respetable y digno de estima, pero no creo que el paciente pueda recibir tanta información a la vez. Si el paciente fuera tan conciliador, no padecería su actual enfermedad. Debemos tener presente que el paciente está atado a sus ideas con obstinación. Es correcto contestar a sus preguntas. Pero aunque esté equivocado, así como se curará de su enfermedad, volverá poco a poco a tener una actitud normal. Es el orden natural de las cosas. Asimismo, asistimos a casos en los que el terapeuta, a modo de tratamiento de choque, quiere cambiar al paciente de una sola vez, pero, salvo en algunos casos excepcionales, nunca se debe aconsejar de inmediato a un paciente sobre cuestiones relativas a un ayuno, por ejemplo, u obligarlo a abstenerse de beber alcohol o fumar. Cualquier persona con experiencia sabe que estas cosas son difíciles de lograr y si el terapeuta hace notar al paciente que si no anda bien es porque es incapaz de poner en prácticas esas cosas, el paciente estará influenciado negativamente, más aún cuando ya pesa sobre él el peso psicológico de su incapacidad para hacer lo que sea.
Para mantener la salud se deben observar varias reglas: dietética, movimiento, regularidad de vida, etc… pero el terapeuta es el primero que debe respetar estas prácticas. Si el terapeuta, que tiene plena conciencia de que “la crítica es fácil pero el arte difícil”, habla con el paciente apelando a su cooperación, éste aceptará sus recomendaciones en cierta medida. O si, junto a su consejo, le dice que debe intentar mejorarse de a poco, éste comprenderá al terapeuta.

Para resumir, terapeuta y paciente son uno y otro, seres humanos y el futuro es incierto y la vida efímera tanto para uno como para otro.

Sobre esta cuestión, no hay distinción de superioridad o inferioridad. Creo que cuando existe, en el fondo del corazón del terapeuta, tanta comprensión, el sentimiento aflora en él y la vida de cada uno es valiosa y debe alcanzar una confianza absoluta en esta vida única que tiene frente a él; también pienso que en él nace una actitud de modestia que lo lleva a desear ayudar, aunque sea un poco, para que esa vida irremplazable pueda recuperarse.

Es interpretando de este modo la fórmula “La medicina es un Jintjutsu” que, en lo que a mi respecta, realizo cada día mis tratamientos con fervor, pero confieso que todo lo que acabo de decir son las palabras de mi lema “la crítica es fácil pero el arte difícil”. Sería feliz si comprendieran que es alguien que estudió, aunque sea un poco, de psicología en la Universidad, el que aquí expone un visión general de su comprensión de la medicina oriental.

Shizuto Masunaga

Publicado en la revista "Ido No Nippon"

Diciembre de 1976

Traduccion:E Kohen

Revision técnica: Daniel Donatto

Agradecimientos: A Pepe Gil Vazquez por el soporte y la colaboracion

3 comentarios:

pillosito dijo...

es una suerte poder leer a un maestro.

Daniel Alberto Donatto dijo...

Muchas gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

gracias a Dios por intiresny